12 septiembre 2006

Los ojos cerrados y los oídos abiertos

Thom Yorke, esa genial mente atormentada, sacó en Julio su primer disco en solitario, The Eraser. Este álbum tendrá, para muchos, una grandísima virtud: Que NO es el nuevo disco de Radiohead. Pero a otros nos gusta escarbar un poco más en su mirada perdida.

Se trata, en parte, de una vuelta a las andadas de Kid A y Amnesiac, de su cabeza de radio. Melodías para el lucimiento de su inmejorable voz y composición, completamente envueltas en ese halo electrónico tan misterioso e inconfundible que sólo él y sus secuaces, para bien o para mal, saben crear. Con la diferencia de que esta vez camina sin su banda, pero de la mano de su productor de toda la vida, Nigel Godrich.

Experimentando como casi nadie en el rock, y mucho más allá, parece moverse en mundos diferentes al resto de sus colegas contemporáneos, y, con frecuencia, da con la tecla. Otras veces, no. Y The Eraser está compuesto de ambas posibilidades. En su mayor parte, requiere algo de concentración en la escucha, pero aún así no alcanza los niveles de abstracción a los que anteriormente nos forzaba. Los grandes momentos, reservados para Harrowdown Hill, Analyse y And it rained all night. La metafísica, para Cymbal Crush y Atoms for Peace.

You will be dispensed when you become inconvenient

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