10 enero 2007

Tres estados: (I) Amanecer

Hay algunos grupos o artistas que se pierden en el olvido (afortunadamente) tras unos pocos momentos de gloria. Otros, sin embargo, consiguen poco a poco, y por méritos propios, adentrarse y formar parte de la historia de la música y alcanzan el éxito. Pero existen los que, con su obra, dictan el camino por donde la música fluirá. Metallica es uno de esos conjuntos.

Cuando Kill ‘em all irrumpe en 1983 en las emisoras californianas, nadie podía creer que semejante disco hubiera sido publicado por cinco chavales de entre 19 y 21 años. Supone el nacimiento del Thrash, una manera completamente distinta de entender el Heavy Metal, algo que ya tímidamente habían apuntado Diamond Head y Motörhead, pero que Metallica concreta con maestría. No más rimbombancia, no más glamour. Un sonido -y unas letras- callejero y visceral que desatasca el mercado del Metal de manera definitiva. James Hetfield, Lars Ulrich, Cliff Burton, Dave Mustaine en un principio(antes de la salida del disco sería expulsado y formaría Megadeath), y Kirk Hammet muestran una gran habilidad pese a su juventud, elaborando canciones furiosas, multiestructuradas, de gran dificultad técnica, y con una velocidad diabólica.


Apenas un año después aparece el segundo largo del grupo, Ride the lightning. Todo grupo con un comienzo espectacular necesita continuidad en su segundo trabajo para ser considerado algo más que un simple pelotazo. Y este disco supone la consagración. Con un sonido más variado y progresivo, el disco posee una estructura que luego se repetirá: canciones de ritmo frenético junto con algunas lentas, densas como el plomo, y la primera de las archifamosas baladas de Hetfield, Fade to black, una de las grandes canciones de Metallica y del género, y por la que ya desde los sectores más puristas comienzan a recibir absurdas acusaciones de “haberse vendido”. Además, también incluyen su primera canción instrumental, The call of Ktulu. Su pericia comienza a alcanzar fama: sorprende la impresionante calidad de Hetfield, no como letrista y vocal, sino como guitarra rítmica; da la sensación de que podría ser guitarra solista de cualquier otro grupo sin la más mínima dificultad, ¡y encima canta!: éste es uno de los secretos del éxito de Metallica, aparte de la tremenda visión compositora de Burton, y en realidad de todo el grupo, la originalidad de Ulrich en la batería, con sorprendentes e inesperados redobles que crearán escuela, y la velocidad en los trastes de Hammet, aventajado alumno de Satriani, dominando a la perfección el tapping. Pero, aunque parezca mentira, lo mejor estaba por llegar.

Master of Puppets, publicado en 1986 por Elektra Records, es la obra cumbre, no solo de Metallica, sino indudablemente del thrash y posiblemente de todo el Metal. Steve Huey escribe: ”algunos críticos consideran Master of Puppets el mejor álbum de Heavy Metal jamás grabado; si no lo es, ciertamente se queda muy cerca”. Hay muchos motivos para decir esto. Ocho, en concreto: cada uno de los temas, en donde ninguno flaquea, con una técnica más depurada todavía, si cabe. Mejoran lo poco mejorable de sus anteriores trabajos, especialmente las letras, profundamente sentimentales, en donde tratan temas como la fragilidad, debilidad y bajeza de todo cuanto les rodea y de lo que forman parte. Comienza con una acelerada Battery para luego atacar con Master of Puppets, dos maravillas completamente inalcanzables para el resto de la escena Heavy. La enfermiza Welcome home (sanitarium) nos revela los monstruos que Goya ya nos había sugerido. Damage Inc. desata toda la frustración ante el sentimiento de indefensión. Y Orion. Burton, principalmente, Hetfield y Ulrich se sacan de la chistera una canción instrumental que convierte a Metallica en casi leyenda. Una base de bajo espectacular y una batería progresiva subyacen durante ocho minutos y medio de absoluta catarsis, en donde pueden llegar a oírse tres líneas de guitarras y un bajo solista simultáneos, con múltiples cambios de métrica a lo largo del corte, además de 3 solos de guitarra perfeccionados con una maestría incomparable por Hammet y Hetfield y un solo de bajo distorsionado que Burton se encarga de hacer sonar como si fuera de guitarra.



Un accidente del autobús de la gira europea, en Suecia, poco después de la salida de Master of Puppets, mutila trágicamente al grupo. Cliff Burton muere en el accidente y la música se queda huérfana de uno de los mejores compositores y bajistas de la época. La tristeza y desolación entre sus compañeros es total. Orion se convierte en el canto del cisne de Burton: Melodía lúgubre de su funeral, el grupo, tras decidir continuar porque consideran que así hubiera sido el deseo del difunto, no volverá a tocarla en directo completamente, hasta el vigésimo aniversario del disco, el año pasado.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Metallica siempre me pareció un gran grupo, pero sobre todo hasta el Load. Luego reconozco que perdí interés en ellos.Ya no los escucho,bueno es que metal la verdad es que ya no escucho. De vez en cuando algo de hardcore y punk, jejeee, será cosa de la edad.

saludos

Stone punto dijo...

Yo escuchaba Metallica en la casa de mi primo, me crié escuchando a Metallica y a Heroes de Silencio.


Aunque me peguén y siempre me digan que sólo me gustan las canciones comerciales para mi la mejor canción de Metallica o la que más me gusta es "nothing else matters"

despues tuve mi adolescencia de heavy rosa y ya la verdad es que no sé que soy....


besos


PD: Gracias por recordarme a Morcheeba llevo una tarde muy agusto escuchandola