17 enero 2007

Tres estados: (II) Cénit

A finales de octubre de 1986, el vacío de Burton es ocupado por Jason Newsted y se graba un disco recopilatorio, Garage Days revisited, a modo de test para el nuevo bajista. Un año después aparece …And justice for all. Se trata de un trabajo con una estructura, de nuevo, similar a Master of puppets y Ride the lightning. La ausencia de Burton se nota clarísimamente, pues el bajo se encuentra completamente absorbido por el resto de instrumentos. Supuestamente esto es debido a la ausencia de Newsted en las sesiones de mezcla definitivas o quizás porque las líneas de bajo copiaban las de la guitarra rítmica, aunque las malas lenguas hablan de una declaración de intenciones sobre el nuevo bajista, algo que él mismo siempre negó. Independientemente de la marginación del bajo, se trata de un disco exageradamente complejo, letras políticas y angustiosas, con canciones más largas, riffs más complejos y variados, solos retorcidos y virtuosos, y una batería muy poderosa y más aguda. Para potenciar las altas frecuencias del bombo, Ulrich pegaba sobre él una moneda de 50 céntimos. En el disco se encuentra una espectacular One, uno de los grandes himnos del Metal de todos los tiempos, que además formó parte de la película “Johnny cogió su fusil” y supuso el primer videoclip de la banda, algo que le granjeó algunas críticas, pues el grupo se había mantenido contrario a ellos hasta ese momento; la densísima Harvester of sorrow parece referirse al alcoholismo del padre de Hetfield; sobre la canción de título ...And Justice for all, Hammet comentó, refiriéndose a su extrema dificultad:
Un día, tras bajarnos del escenario de tocar ‘Justice’, uno de nosotros dijo ‘no vamos a tocar esta puta canción ni una sola vez más’
Dyer’s Eve también les suponía dificultades colosales y tardó mucho en ser tocada en directo, hasta el 2004; la instrumental To Live is to die es un nuevo tributo a Burton, con algunos de los riffs compuestos por él antes del accidente, y con un pequeño poema salido también de sus manos. En conjunto, una nueva obra de referencia indiscutible, de la que Hammet sale coronado como uno de los grandes guitarristas del momento.



Tres años más tarde, tras un interminable proceso de producción conjunto con Bob Rock, aparece el disco homónimo de Metallica, que fue bautizado por sus fans como Black Album. El grupo ha cambiado de estilo: la longitud de las canciones es mucho menor, la velocidad se reduce considerablemente: la única reminiscencia thrash es el último corte, The struggle within, que de hecho parece completamente fuera de lugar; también desparece el corte instrumental. A pesar de ello, sigue siendo Metallica. Riffs muy acertados y elaborados, solos de guitarra para lucimiento de Hammet, letras más personales y atmósferas más densas construyen el álbum más vendido de toda la discografía de Metallica. Dos estupendas baladas, con un sonido más comercial, contribuyen decisivamente a ello: The unforgiven y Nothing else matters. Hay canciones que se convierten en clásicos del grupo, como Enter Sandman o Sad but true. También experimentan con nuevos instrumentos: en la intro de Wherever I may roam Hetfield utiliza un sitar eléctrico. Newsted cobra más protagonismo con el bajo, y compone una genial My friend of misery. Tanto el proceso de grabación como la gira posterior al lanzamiento se recogen en “A year & a half in the life of Metallica”, un interesante documental en donde se puede observar el perfeccionismo del grupo, tanto en las grabaciones como en los conciertos, junto con las continuas disputas entre ellos y con Bob Rock. También se puede ver el accidente en el escenario de Hetfield con la pirotecnia, que le produjo quemaduras de segundo y tercer grado en el brazo izquierdo y provocó que no pudiera tocar la guitarra durante parte de la gira, siendo sustituido por John Marshall, aunque siguiera cantando. Son los mejores momentos: el disco catapulta hasta lo más alto al grupo, no sólo en ventas y popularidad, sino también como una demostración de lo que una renovación de sonido debe significar en un grupo de éxito. Metallica rebasa las barreras del Heavy y se convierte en un fenómeno de masas.

10 enero 2007

Tres estados: (I) Amanecer

Hay algunos grupos o artistas que se pierden en el olvido (afortunadamente) tras unos pocos momentos de gloria. Otros, sin embargo, consiguen poco a poco, y por méritos propios, adentrarse y formar parte de la historia de la música y alcanzan el éxito. Pero existen los que, con su obra, dictan el camino por donde la música fluirá. Metallica es uno de esos conjuntos.

Cuando Kill ‘em all irrumpe en 1983 en las emisoras californianas, nadie podía creer que semejante disco hubiera sido publicado por cinco chavales de entre 19 y 21 años. Supone el nacimiento del Thrash, una manera completamente distinta de entender el Heavy Metal, algo que ya tímidamente habían apuntado Diamond Head y Motörhead, pero que Metallica concreta con maestría. No más rimbombancia, no más glamour. Un sonido -y unas letras- callejero y visceral que desatasca el mercado del Metal de manera definitiva. James Hetfield, Lars Ulrich, Cliff Burton, Dave Mustaine en un principio(antes de la salida del disco sería expulsado y formaría Megadeath), y Kirk Hammet muestran una gran habilidad pese a su juventud, elaborando canciones furiosas, multiestructuradas, de gran dificultad técnica, y con una velocidad diabólica.


Apenas un año después aparece el segundo largo del grupo, Ride the lightning. Todo grupo con un comienzo espectacular necesita continuidad en su segundo trabajo para ser considerado algo más que un simple pelotazo. Y este disco supone la consagración. Con un sonido más variado y progresivo, el disco posee una estructura que luego se repetirá: canciones de ritmo frenético junto con algunas lentas, densas como el plomo, y la primera de las archifamosas baladas de Hetfield, Fade to black, una de las grandes canciones de Metallica y del género, y por la que ya desde los sectores más puristas comienzan a recibir absurdas acusaciones de “haberse vendido”. Además, también incluyen su primera canción instrumental, The call of Ktulu. Su pericia comienza a alcanzar fama: sorprende la impresionante calidad de Hetfield, no como letrista y vocal, sino como guitarra rítmica; da la sensación de que podría ser guitarra solista de cualquier otro grupo sin la más mínima dificultad, ¡y encima canta!: éste es uno de los secretos del éxito de Metallica, aparte de la tremenda visión compositora de Burton, y en realidad de todo el grupo, la originalidad de Ulrich en la batería, con sorprendentes e inesperados redobles que crearán escuela, y la velocidad en los trastes de Hammet, aventajado alumno de Satriani, dominando a la perfección el tapping. Pero, aunque parezca mentira, lo mejor estaba por llegar.

Master of Puppets, publicado en 1986 por Elektra Records, es la obra cumbre, no solo de Metallica, sino indudablemente del thrash y posiblemente de todo el Metal. Steve Huey escribe: ”algunos críticos consideran Master of Puppets el mejor álbum de Heavy Metal jamás grabado; si no lo es, ciertamente se queda muy cerca”. Hay muchos motivos para decir esto. Ocho, en concreto: cada uno de los temas, en donde ninguno flaquea, con una técnica más depurada todavía, si cabe. Mejoran lo poco mejorable de sus anteriores trabajos, especialmente las letras, profundamente sentimentales, en donde tratan temas como la fragilidad, debilidad y bajeza de todo cuanto les rodea y de lo que forman parte. Comienza con una acelerada Battery para luego atacar con Master of Puppets, dos maravillas completamente inalcanzables para el resto de la escena Heavy. La enfermiza Welcome home (sanitarium) nos revela los monstruos que Goya ya nos había sugerido. Damage Inc. desata toda la frustración ante el sentimiento de indefensión. Y Orion. Burton, principalmente, Hetfield y Ulrich se sacan de la chistera una canción instrumental que convierte a Metallica en casi leyenda. Una base de bajo espectacular y una batería progresiva subyacen durante ocho minutos y medio de absoluta catarsis, en donde pueden llegar a oírse tres líneas de guitarras y un bajo solista simultáneos, con múltiples cambios de métrica a lo largo del corte, además de 3 solos de guitarra perfeccionados con una maestría incomparable por Hammet y Hetfield y un solo de bajo distorsionado que Burton se encarga de hacer sonar como si fuera de guitarra.



Un accidente del autobús de la gira europea, en Suecia, poco después de la salida de Master of Puppets, mutila trágicamente al grupo. Cliff Burton muere en el accidente y la música se queda huérfana de uno de los mejores compositores y bajistas de la época. La tristeza y desolación entre sus compañeros es total. Orion se convierte en el canto del cisne de Burton: Melodía lúgubre de su funeral, el grupo, tras decidir continuar porque consideran que así hubiera sido el deseo del difunto, no volverá a tocarla en directo completamente, hasta el vigésimo aniversario del disco, el año pasado.

05 enero 2007

El sistema de referencia

Primal Scream se había propuesto un disco de rock. Y hacen un trabajo que se convierte en referencia. Pero ellos ya están acostumbrados. En Riot City Blues, no hay demasiado blues, pero sí mucho sonido de ciudad y una vuelta a las raíces del rock para redefinir el estilo indie. Han “apagado el ordenador y cogido de nuevo las guitarras”: energía pura. Primal Scream estuvo de parto el septiembre pasado. Y les salió una niña preciosa, casi tanto como Screamadelica y XTRMNTR. Y es que el que tiene, retiene. Y unos pocos nunca dejan de tener.



La próxima vez trataré de ser algo más puntual.

03 enero 2007

Lógica aplastante

Siempre le han gustado los rockeros. También ella les encanta. Creo que lo normal es que te gusten ambos: